martes, 29 de marzo de 2016

LA MALASANGRE.



Interpretación de la obra de Griselda Gambaro estrenada en Argentina durante la posguerra de Malvinas.

La metáfora es aquello que nombra desde otro lugar, herramienta que permite en tiempos de censura zanjar las proscripciones y referirse a lo prohibido sin tener que nombrarlo, pero a sabiendas de todos aquellos que entienden su significado.

Las artes en teatro han ocupado un lugar de resistencia -y de resiliencia- frente a los embates del autoritarismo de Estado que, con su discurso totalizador y único se impone a la otredad de modo violento y opresivo, negando el lugar del pensamiento distinto, y de los Derechos de los ciudadanos emanados del sistema constitucional y democrático.

La Malasangre permite aventurar una interpretación transdisciplinar de la realidad política Argentina, encarna un universo familiar de micro-relatos arquetipos, espejos de la constitución social.

El poder del padre se impone como única ley que crea a su antojo culpabilidades y absoluciones, la madre sometida acompaña sin reprochar las decisiones  abyectas, la hija tacha las conductas de sus progenitores, pero también coquetea con la violencia perversa y sufre finalmente las consecuencias de su accionar, el mayordomo acata órdenes vacío de toda consciencia, la víctima, el profesor, se revela como aquel que acepta su destino conociendo sus consecuencias.

Teatro, familia, memoria, horror, patriarcado autoritario.


Imagen capturada de la web.

Las artes en teatro como fuentes de conocimiento.

La hipótesis formulada aporta una interpretación estética transdisciplinar de la obra teatral La Malasangre1: las conductas arquetípicas de los personajes desnudan un mecanismo de vida familiar que reproduce y es empático al poder patriarcal, el cual, pese al distanciamiento histórico tiene mucho de contemporáneo.

La estética es la ciencia filosófica cuyo objeto primordial es la reflexión sobre los problemas del arte, estudia e investiga el origen de las manifestaciones culturales que devienen en y de la diversidad del Arte de cada pueblo.

La experiencia estética es histórica, es decir, situada2 por todos aquellos que participan en la misma; público y autores/actores. “A mi modo de ver, el vínculo entre la estética y la hermenéutica es sumamente estrecho. Tiene un carácter interpretativo no sólo, como es obvio, la lectura de una obra de arte sino también (…) su producción” (Vattimo, 1994: 21).

La vida contemporánea se encuentra sitiada por las reglas de mercado, incluso del arte se habla cómo producto de, más por los resquicios de esa realidad se cuelan los conocimientos que -negados por el sistema- son capaces de brindar las artes escapando de la censura;

La paradoja de la mercantilización del arte en el universo material del capitalismo consiste, sin embargo, en que en la medida que dicha mercantilización favorece la institucionalización autónoma del arte, éste puede contraponerse al estado de cosas existentes trascendiendo de este modo los límites del horizonte mercantil en que se ve inserto… esa fuerza, y mucho más en un mundo estructuralmente escindido, es siempre la fuerza del fragmento y de  la experimentación, que se constituyen como llamadas críticas de atención (Jiménez, 1986: 219).

La Malasangre está ambientada en Argentina durante el período denominado Rosista previo a la sanción de la primera Constitución Nacional, permite una interpretación de la historia como fenómeno discontinuo y relacional, donde el pasado se puede ver reflejado en el presente y volver a ser en el futuro, si no se aprende a aprehender lo equivocado de las conductas antidemocráticas autoritarias.
 
Las artes en teatro facilitan la conexión del público con ese pasado que deja de ser aquello que se imagina en las mentes como lleno de polvo y telas de arañas, para renacer y ser parte del presente develando las similitudes de los procesos históricos, tales como las persecuciones, las torturas y la muerte del denominado opositor político. “Es indudable que lo teatral participa de la cualidad de lo absolutamente vital (…) Si en otros terrenos del arte se trata de modelar la piedra o combinar colores, en la poesía dramática se modela estrictamente la vida” (Kusch, 2000: 817).

El siguiente párrafo bien podría ser digno de los dictadores argentinos de fines del siglo XX, situación que no deja de ser un espejo de la región latinoamericana: “Padre: Yo dicto la ley. Y los halagos. Y los insultos. Dije lo que dije, y lo puedo repetir” (Gambaro, 1984: 60).

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La autora de La Malasangre utiliza la metáfora como un puente entre lo innombrable y lo que comienza a re-nombrarse -en la realidad Argentina de posguerra-, suceso de la necesidad del momento en que se publica y se estrena la obra, permite a través de su contenido conocer aquellos episodios históricos del pasado reciente, analizarlos y reflexionar.

Resulta un lugar común decir que lo teatral resume todas las otras artes para superarlas. Pero es interesante notar que esa superación se realiza precisamente porque lo teatral y la vida se conjugan parejamente, de acuerdo con leyes similares o, más bien, con una similar falta de legalidad. Las leyes que ordenan una creación dramática son indudablemente las mismas que ordenan el existir y existir significa ex-sistere o sea estar fuera del ser, comprometido hondamente con la vida (Kusch: 817).
 

Contexto histórico del estreno teatral.

Las artes en teatro suceden en un tiempo aquí y ahora.

Griselda Gambaro en una entrevista otorgada al diario La Nación revela del teatro su carácter maravilloso en el sentido que: “se vive sobre un escenario en un tiempo preciso y acotado, algo corporizado (…) se hace frente a un público que recibe inmediatamente lo que se produce en el escenario (…) uno recibe la respuesta de ese público también inmediatamente (La Nación, 27/11/2005).

Mario Casalla nos habla de lo “culturalmente situado” como una situación de pro-yecto, que posee un doble sentido, por un lado alude a lo que esta; y por el otro a lo que es necesario hacer nacer, a lo que desde el futuro viene a rescatar otros valores y a proyectarlos.

Los que están en una situación de privilegio siempre han considerado que los marginales tenían que seguir en esa situación. Pero también hay algunas personas entre (…) la clase media (…) que tienden a pensar que es natural que haya gente en esas miserables condiciones de vida (La Nación, 27/11/2005).

La Malasangre fue publicada en 1981 y puesta en escena el 17 de Agosto de 1982. Argentina se encontraba gobernada por una Junta Militar integrada por las tres fuerzas (Ejército, Marina y Aérea), las cuales habían tomado el poder de facto el 24 de Marzo de 1976. La situación económica adversa y el creciente endeudamiento del Estado, sumado a los asesinatos de lesa humanidad3 -en ese momento reconocidos por organizaciones internacionales de Derechos Humanos-, provocaron un desgaste dentro de los golpistas  con sucesivos recambios de “Juntas”, hubo un presidente de facto durante esos años que acuñó la triste idea de generar una guerra:

Por entonces, Galtieri comenzó rápidamente a tomarle el gusto al poder y a la “popularidad”… Un asado gigantesco en La Pampa con los políticos de casi todo el espectro centro derechista de la Argentina marcó el comienzo de su campaña. Pero sería con las Malvinas que ese todavía confuso proyecto tomaría forma definitiva (Cardoso, Kirschbaum, van der Kooy, 1984: 48).

La conexión de un sector de la sociedad apoyando las dictaduras es también un hecho histórico que se repite, como lo muestra claramente la obra de Gambaro; dentro del microcosmos de esta familia argentina existe un extraño apego a sostener los valores que les oprimen, negando sus propios derechos.
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Ésta es la tarea de la hermenéutica: rememorar lo que en el fondo ya sabemos y decir cuánto querríamos pero no logramos decir. El pensamiento hermenéutico, desarrolla la riqueza de este “ya”: hace revivir la memoria y hace hablar una conciencia muda, trae a la vida la inercia del olvido y extrae la palabra del espesor del olvido (Vattimo: 20).
 
 
Interpretación de la obra La Malasangre.

 “Como dice Adorno frente a la sociedad el arte adquiere una fuerza de resistencia social” (Jiménez: 219).

La Malasangre es un neo-grotesco que retoma la idea del romanticismo de mediados de siglo XIX, y en cierto punto nos invita a tejer una red con la obra cumbre de Esteban Echeverría El matadero (Gambaro, 5/09/2015: min. 0,50), sobrevuela en la obra un fuerte discurso de denuncia social y política hacia el gobierno de Juan Manuel de Rosas, tan hábilmente enmadejado por Gambaro dentro de su poesía dramática, que ni siquiera necesita mencionar la figura del tirano para hacerlo sentir presente durante toda la obra.

. “La mayoría de sus personajes, de algún modo consciente o inconsciente, “prefiere” vivir en la violencia, por miedo, por estupidez, porque esa violencia general, anónima casi siempre en la obra de Gambaro, les permite desarrollar su propia violencia” (Ambrosoni, 2009).

El carro de los melones -varias veces nombrado y nunca aparecido en escena- esboza la metáfora de los sin cabeza del régimen Rosista y denuncia el silencio cómplice de las clases altas que apoyan la tiranía, ídem de la situación política durante la dictadura de 1976-1983. “(Se oye afuera el ruido de un carro y de las herraduras de los caballos sobre las piedras. Ambos atienden. Dolores) Todas las mañanas pasa. Pero por deferencia a mi padre, muchas veces no gritan… melones” (Gambaro: 69).

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El universo significativo de una obra, lo sabemos, es inagotable, dado que de ningún modo puede ser comprendido o aprehendido en su totalidad, exigiendo en cambio ardua tarea interpretativa lecturas interminables que actualizan sucesivas potencialidades significativas siempre renovadas y también diferentes según los tiempos y espacios  en que se concretizan (Ravera, 1988: 87).
Tomando como punto de partida el pensamiento de Ronald Barthes y desde un análisis semiótico, surge en la obra el Spectrum que encarna la presencia más que significativa del color rojo punzó, míticamente representa la pasión y funciona con la doble simbología de figurar la sangre -derramada-; nos es sólo parte del decorado del salón, sino el color del federalismo, universo violento encarnado en la familia:

Dolores (pícara): ¡Rafael! (Rafael retrocede hasta empujar una silla) ¡Se asustó! (Se levanta) ¡Se asustó, papá! (Va hacia Rafael) ¡Pegame otra vez! Jorobado, lacayo. ¡Servil! ¿No era esta la palabra que te ofendía? ¡Servil! (Aterrorizado, Rafael aparta a Dolores y va hacia la puerta. Cuando la abre, está Fermín. Lo sujeta).

Rafael: ¡Déjeme! (Se debate inútilmente. El Padre mira y ríe con su risa espasmódica. En ese momento, Dolores comprende que el juego ha  dejado de ser juego, se asusta ella entonces y rompe a llorar angustiosamente) (Gambaro: 76).

Dolores, su Madre, Benigno, Juan Pedro, Fermín y Rafael; forman parte de este complejo mundo de lo aparente y lo real, de lo dicho y lo no dicho, guardado en las formas de sus vidas aristocráticas y funcionales respecto al poder de turno (Ambrosoni).
La estética subvierte a la historia, o mejor dicho la mejora en tanto es el rastreo de lo formal en el pasado y en función del presente (…) Es la historia como estética del pasado y ésta como drenaje de la plenitud vivida en el pasado como mito y que se hace necesario en un presente sin finalidad como el nuestro (Kusch, 2000).

El estudio científico historicista –cuyo origen mítico radica en la necesidad de la memoria- es eje fundamental en una interpretación crítica que reflexiona con el pasado, fuente de conocimiento y experiencia, herramienta de comprensión y de dialogo.

Siguiendo a Barthes el Punctum en la figura del Padre se encarna en la cara del poder, patriarca déspota, personaje que hace y dice sin ética reflejo del odio al otro, violento siempre a punto de estallar, exceptuando el trato deferente hacia Juan Pedro con quién pretende hacer negocios, la relación con su familia y empleados se observa abusiva, por ejemplo, los insultos a su esposa son frecuentes, por momentos toma su brazo dulcemente y luego se lo retuerce o le sujeta un seno de manera brusca o simplemente la golpea.
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En la primera escena varias veces Benigno (el Padre) hace referencia mirando por la ventana al otro, encarnado en este caso en los candidatos al puesto laboral:

Padre: (se acerca a la ventana, aparta la cortina y mira): Llueve. Y no se van. Ni se guarecen bajo el alero. Disciplinados y en fila. Saben hacer buena letra. Saben que todo camino empieza con buena letra. (Se vuelve a Rafael) Pero yo ya elegí. A usted (Gambaro: 63).

Benigno mira el afuera desde un lugar de altura y menosprecio, el patio está abajo y los de abajo también lo son en lo que respecta a la posición social, se regodea de su autoridad y el abuso que de ella hace al no darles aviso que el puesto ya no está bacante, un olvido intencional por parte de él, vuelve su atención otra vez hacia ellos al final de la primera escena:

Padre (se asoma por la ventana): Llueve. Dicen que en estos tiempos nadie es capaz de obstinarse en nada. (Ríe) ¡Pero esos de ahí abajo! ¡Qué buena madera! La necesidad es la mejor obstinación… Esperan y no se convencen ¡de que ya están sonados! (Gambaro: 66).

Fermín -el mayordomo- es el brazo ejecutor de las órdenes de su amo Benigno, obedece sin chistar y presto a todo disfruta con cierta perversidad el cumplimiento de los pedidos más repugnantes, en dialogo con Dolores ratifica su voluntad y se enorgullece de estar al servicio de su padre: “¡Sí que soy su mano derecha!” (Gambaro: 108).

No sólo es complaciente, sino que se regocija infligiendo violencia sobre el otro/opositor, su semejanza con el perfil de algunos de los torturadores de la dictadura militar no pueden pasar desapercibidos:

Fermín (Pone el melón sobre la mesa, entre libros): Lo dejo acá. Se lo pueden comer. (Vengativo) ¡Le voy a decir al señor que no se divirtieron! La señorita cree que a los salvajes, inmundos, asquerosos, no se les debe cortar la cabeza. Es demasiado buena (71) Fermín: A mí me gustan las cosas muertas, ¿a usted no?... No se mueven. No rezongan (Gambaro: 96).

La conducta  de este peculiar mayordomo deja observar un encono especial contra los de su propia clase social, rivaliza desde el principio con Rafael -el profesor de Dolores-, goza del dominio y  la violencia física que ejerce sobre éste -suceso propiciado y consentido por su patrón-:

Fermín: Hay compañías que no cuentan (Mira a Rafael con una superioridad burlona. Sonríe) (78) (Ya en la puerta, como por casualidad, pero sugestivamente, pone ambas manos sobre el ancho cinturón. A Rafael) ¿No le molesta, no? (82) ¡Se la dejé marcada, la joroba! (Ríe, sale) (98) Fermín carga el cuerpo sin vida de Rafael(Con un gesto de excusa) Yo le hubiera pegado nada más. (Se le escapa la risa) ¡En la joroba!” (Gambaro: 108).

Dolores, hija de Benigno, se enamora de Rafael lo que deviene en la transformación de su universo, hecho que sobreviene gradualmente en la historia de amor acontecida en la obra (Gambaro, 10/09/2014: min 23:20 a 24:07).
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La joven reprocha el silencio que guarda su madre respecto al clima de violencia que se vive en su hogar, en la tercera escena dice: “Dolores (burlona): Sabia. Lástima que esa sabiduría nunca la usas con vos. Te golpean de muchas maneras, pero ninguna te irrita bastante (76) ¡Nadie me pondrá la mano encima, te dije! ¡No me parezco a vos!” (Gambaro: 77).

Mientras dialoga con su madre desnuda el carácter sórdido de las relaciones de su clase social, respecto de su compromiso con Juan Pedro, en la séptima y octava escena:

Papá tenía unos campos para vender, Juan Pedro unos campos para comprar… Papá aprueba y Juan Pedro aplaude. Y los dos dicen que los inmundos, salvajes, asquerosos, deben morir. Y esto abarca mucho. ¿Quién no es salvaje? ¿Quién no es asqueroso? ¿Quién no es inmundo? Sólo el poder otorga una pureza que nada toca (99) Es lo que pasa, mamá. Cuando se decide por los otros, es lo que pasa, se escapa todo de las manos y el castigo no pertenece a nadie. Entonces, uno finge que no pasó nada. E ignora su propia fealdad (Gambaro: 108).

Luego de la fallida fuga y la muerte de Rafael, su idiosincrasia se ve templada por el oscuro designio de su destino, hecho que la revela definitivamente contra el poder autoritario, a su padre:

(Ríe) ¿Qué? ¿Cómo no te das cuenta, papito? Tan sabio. (Furiosa) ¡Ya nadie ordena nada! (Con una voz áspera y gutural) ¡En mí y conmigo, nadie ordena nada! ¡Ya no hay ningún más allá para tener miedo! ¡Ya no tengo miedo! ¡Soy libre! (Gambaro: 108).
 
 
La importancia del arte como herramienta de comprensión del pasado.

“El verdadero tiempo histórico esta enredado en mi vida” (Kush, 1976: 45).

Las artes en teatro generan conocimiento el cual emana -entre otros- del análisis crítico, permiten situar a los personajes de la historia desde un lugar de proximidad con el público brindando una herramienta de comprensión y aprendizaje.
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La Malasangre no es sólo una historia de amor, esa es la excusa que utiliza Gambaro para sumergir al espectador en el mundo de la política, de la ética, de la familia, etc.

Partiendo de reconocer que las artes en teatro brindan la posibilidad de aprendizaje, la interpretación propuesta intenta resaltar los aspectos de cada personaje de la obra, dilucidando el porqué de su accionar y analizando sus conductas arquetípicas de poder, circunstancia que al ser acercada por el teatro habilita el diálogo interno del público con su propia historia.

La Malasangre obliga a repensar la reciente dictadura a través de la revelación de otros períodos de la historia Argentina que funcionan como metáforas. “Ojalá podamos ser capaces de seguir caminando los caminos del viento, a pesar de las caídas, las traiciones y las derrotas, porque la historia continúa, más allá de nosotros, y cuando ella dice adiós, está diciendo: hasta luego” (Galeano, 2010).

La autora desliza un mensaje clave en las últimas palabras que pronuncia Rafael, especie de augurio de presente y porvenir: “Si no debemos de olvidarlo, Dolores. Aunque seamos felices, no debemos olvidar que pasa el carro. Yo también: no sólo te elijo a vos, elijo cabezas sobre los hombros” (Gambaro: 104). Una vez más aparece presente/ausente la figura del carro, metáfora de los tristemente célebres Ford Falcon de la represión de los años 70’ en Argentina que costó la vida de miles de desaparecidos, en su mayoría jóvenes de entre 18 y 30 años (Conadep. Nunca más: 21/08/2014).

La confluencia entre la función emancipatoria sensible y la de transmisión simbólica de valores nos lleva a una nueva función, desempeñada también por el arte: a su papel en la constitución de esferas de sentido de la vida humana, a su inserción en el proceso social de formación del hombre. La integración de lo sensible con lo valorativo, al encarnarse en los símbolos estéticos, desencadena un proceso social de conocimiento a través del arte. Conocimiento que es, ante todo, , imagen humana, signo estético de la distancia que media entre lo que somos y lo que podríamos llegar a ser (…) El proceso histórico de formación social del hombre encuentra uno de sus más sólidos soportes precisamente en la dinámica ficcional y no pragmática del arte, en su fuerza simbólica de integración de las imágenes del hombre estética –y por ello mismo socialmente- posibles (Jiménez: 223-224).

En este sentido, la obra se erige en un momento histórico de Argentina donde la vida del otro carece de significado al ser etiquetado como opositor, análogo de las dictaduras contemporáneas.

¿De qué sirve que las artes propongan reflexionar sobre el pasado?

Mana como respuesta la necesidad de ejercer la capacidad de la Memoria, encargada de ayudar a transitar el presente; construyendo un futuro.

Si bien desconfío de las utopías políticas positivas me parecen enormemente interesantes las que he llamado utopías negativas. Dicho de otro modo, ignoro cuál es el mejor de los mundos, pero sí sé cuál es el peor. Por eso es necesaria la memoria (…) Vamos hacia adelante pero tenemos que volver la cabeza y mirar hacia atrás, como diría Walter Benjamin en su Tesis sobre filosofía de la historia (Melich Sangra, N° 13: 29).

Gambaro instala en Dolores la mirada de mujer transformada (Gambaro, 5/09/2014: min 1.55), lo dicho al padre, la madre y Fermín, aparece cómo un desahogo de lo no dicho, aún, a los dictadores contemporáneos argentinos:

Dolores: (Mira a los tres, masculla con un odio contenido y feroz) ¡Canallas! ¡Canallas! ¡Que el odio los consuma! ¡Que la memoria no los deje vivir en paz! ¡A vos, con tu poder, y a vos, mano verduga, y a vos, hipócrita y pusilánime! (Gambaro: 109). 

Notas.

1 La malasangre es una obra dramática en ocho escenas, escrita por Griselda Gambaro, estrenada en Buenos Aires en el teatro Olimpia el 17 de agosto del año 1982.

2  El reconocimiento de que toda cultura está situada (lo sepa o no, lo proclame o lo oculte) y que sólo desde la asunción madura de esa situacionalidad es posible proyectarse más allá de sí misma y realizar la experiencia de lo Otro, de lo planetario, de lo “universal”… por eso es necesario distinguir (…) lo  universalmente situado (…) Este sentido de cultura nacional (…) enlaza firmemente a un pueblo con su pasado, con su tradición y, paradójicamente, lo libera de su particularismo, lo inserta en ese ámbito donde es posible el dialogo con otros pueblos, con las otras culturas (Casalla, 1998: 91-92-93).

3  Véase disponible el 21/03/2016 en: http://www.desaparecidos.org/arg/conadep/

http://www.desaparecidos.org/arg/conadep/nuncamas/nuncamas.html
 

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