Interpretación
de la obra de Griselda Gambaro estrenada en Argentina durante la posguerra de
Malvinas.
La
metáfora es aquello que nombra desde otro lugar, herramienta que permite en
tiempos de censura zanjar las proscripciones y referirse a lo prohibido sin
tener que nombrarlo, pero a sabiendas de todos aquellos que entienden su
significado.
Las
artes en teatro han ocupado un lugar de resistencia -y de resiliencia- frente a
los embates del autoritarismo de Estado que, con su discurso totalizador y
único se impone a la otredad de modo violento y opresivo, negando el lugar del
pensamiento distinto, y de los Derechos de los ciudadanos emanados del sistema
constitucional y democrático.
La Malasangre permite aventurar una interpretación
transdisciplinar de la realidad política Argentina, encarna un universo
familiar de micro-relatos arquetipos, espejos de la constitución social.
El
poder del padre se impone como única ley que crea a su antojo culpabilidades y
absoluciones, la madre sometida acompaña sin reprochar las decisiones abyectas, la hija tacha las conductas de sus
progenitores, pero también coquetea con la violencia perversa y sufre
finalmente las consecuencias de su accionar, el mayordomo acata órdenes vacío
de toda consciencia, la víctima, el profesor, se revela como aquel que acepta
su destino conociendo sus consecuencias.
Teatro, familia,
memoria, horror, patriarcado autoritario.
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Las artes en teatro como fuentes de
conocimiento.
La
hipótesis formulada aporta una
interpretación estética transdisciplinar de la obra teatral La Malasangre1: las conductas
arquetípicas de los personajes desnudan un mecanismo de vida familiar que
reproduce y es empático al poder patriarcal, el cual, pese al distanciamiento
histórico tiene mucho de contemporáneo.
La
estética es la ciencia filosófica cuyo objeto primordial es la reflexión sobre
los problemas del arte, estudia e investiga el origen de las manifestaciones
culturales que devienen en y de la diversidad del Arte de cada pueblo.
La
experiencia estética es histórica, es decir, situada2 por todos aquellos que participan en la misma;
público y autores/actores. “A mi modo de ver, el vínculo entre la estética y la
hermenéutica es sumamente estrecho. Tiene un carácter interpretativo no sólo,
como es obvio, la lectura de una obra de arte sino también (…) su producción”
(Vattimo, 1994: 21).
La
vida contemporánea se encuentra sitiada
por las reglas de mercado, incluso del arte se habla cómo producto de, más por los resquicios de esa realidad se cuelan
los conocimientos que -negados por el sistema- son capaces de brindar las artes
escapando de la censura;
La paradoja de la mercantilización del arte
en el universo material del capitalismo consiste, sin embargo, en que en la
medida que dicha mercantilización favorece la institucionalización autónoma del
arte, éste puede contraponerse al estado de cosas existentes trascendiendo de
este modo los límites del horizonte mercantil en que se ve inserto… esa fuerza,
y mucho más en un mundo estructuralmente escindido, es siempre la fuerza del
fragmento y de la experimentación, que
se constituyen como llamadas críticas de atención (Jiménez, 1986: 219).
La Malasangre
está ambientada en Argentina durante el período denominado Rosista previo a la sanción de la primera Constitución Nacional, permite
una interpretación de la historia como fenómeno discontinuo y relacional, donde
el pasado se puede ver reflejado en el presente y volver a ser en el futuro, si
no se aprende a aprehender lo equivocado de las conductas antidemocráticas
autoritarias.
Las
artes en teatro facilitan la conexión del público con ese pasado que deja de
ser aquello que se imagina en las mentes como lleno de polvo y telas de arañas,
para renacer y ser parte del presente develando las similitudes de los procesos
históricos, tales como las persecuciones, las torturas y la muerte del
denominado opositor político. “Es
indudable que lo teatral participa de la cualidad de lo absolutamente vital (…)
Si en otros terrenos del arte se
trata de modelar la piedra o combinar colores, en la poesía dramática se modela
estrictamente la vida” (Kusch, 2000: 817).
El
siguiente párrafo bien podría ser digno de los dictadores argentinos de fines
del siglo XX, situación que no deja
de ser un espejo de la región latinoamericana: “Padre: Yo dicto la ley. Y los halagos. Y los insultos. Dije lo que
dije, y lo puedo repetir” (Gambaro, 1984: 60).
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La
autora de La Malasangre utiliza la
metáfora como un puente entre lo innombrable y lo que comienza a re-nombrarse -en
la realidad Argentina de posguerra-, suceso de la necesidad del momento en que
se publica y se estrena la obra, permite a través de su contenido conocer
aquellos episodios históricos del pasado reciente, analizarlos y reflexionar.
Resulta un lugar común decir que lo teatral
resume todas las otras artes para superarlas. Pero es interesante notar que esa
superación se realiza precisamente porque lo teatral y la vida se conjugan
parejamente, de acuerdo con leyes similares o, más bien, con una similar falta
de legalidad. Las leyes que ordenan una creación dramática son indudablemente
las mismas que ordenan el existir y existir significa ex-sistere o sea estar
fuera del ser, comprometido hondamente con la vida (Kusch: 817).
Contexto histórico del estreno teatral.
Las
artes en teatro suceden en un tiempo aquí
y ahora.
Griselda
Gambaro en una entrevista otorgada al diario La Nación revela del teatro su carácter maravilloso en el sentido
que: “se vive sobre un escenario en un tiempo preciso y acotado, algo
corporizado (…) se hace frente a un público que recibe inmediatamente lo que se
produce en el escenario (…) uno recibe la respuesta de ese público también
inmediatamente (La Nación, 27/11/2005).
Mario
Casalla nos habla de lo “culturalmente situado” como una situación de
pro-yecto, que posee un doble sentido, por un lado alude a lo que esta; y por
el otro a lo que es necesario hacer nacer, a lo que desde el futuro viene a
rescatar otros valores y a proyectarlos.
Los que están en una situación de privilegio
siempre han considerado que los marginales tenían que seguir en esa situación.
Pero también hay algunas personas entre (…) la clase media (…) que tienden a
pensar que es natural que haya gente en esas miserables condiciones de vida (La
Nación, 27/11/2005).
La
Malasangre fue publicada en 1981 y puesta en escena el 17 de Agosto de 1982.
Argentina se encontraba gobernada por una Junta Militar integrada por las tres
fuerzas (Ejército, Marina y Aérea), las cuales habían tomado el poder de facto el 24 de Marzo de 1976. La
situación económica adversa y el creciente endeudamiento del Estado, sumado a
los asesinatos de lesa humanidad3 -en ese momento reconocidos por
organizaciones internacionales de Derechos Humanos-, provocaron un desgaste
dentro de los golpistas con sucesivos
recambios de “Juntas”, hubo un presidente de facto durante esos años que acuñó
la triste idea de generar una guerra:
Por entonces, Galtieri comenzó rápidamente a
tomarle el gusto al poder y a la “popularidad”… Un asado gigantesco en La Pampa
con los políticos de casi todo el espectro centro derechista de la Argentina
marcó el comienzo de su campaña. Pero sería con las Malvinas que ese todavía
confuso proyecto tomaría forma definitiva (Cardoso, Kirschbaum, van der Kooy,
1984: 48).
La
conexión de un sector de la sociedad apoyando las dictaduras es también un
hecho histórico que se repite, como lo muestra claramente la obra de Gambaro; dentro
del microcosmos de esta familia argentina existe un extraño apego a sostener
los valores que les oprimen, negando
sus propios derechos.
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Ésta es la tarea de la hermenéutica:
rememorar lo que en el fondo ya sabemos y decir cuánto querríamos pero no
logramos decir. El pensamiento hermenéutico, desarrolla la riqueza de este
“ya”: hace revivir la memoria y hace hablar una conciencia muda, trae a la vida
la inercia del olvido y extrae la palabra del espesor del olvido (Vattimo: 20).
Interpretación de la obra La Malasangre.
La Malasangre es
un neo-grotesco que retoma la idea del romanticismo de mediados de siglo XIX, y
en cierto punto nos invita a tejer una red con la obra cumbre de Esteban
Echeverría El matadero (Gambaro,
5/09/2015: min. 0,50), sobrevuela en la obra un fuerte discurso de denuncia
social y política hacia el gobierno de Juan Manuel de Rosas, tan hábilmente enmadejado
por Gambaro dentro de su poesía dramática, que ni siquiera necesita mencionar
la figura del tirano para hacerlo sentir presente durante toda la obra.
.
“La mayoría de sus personajes, de algún modo consciente o inconsciente,
“prefiere” vivir en la violencia, por miedo, por estupidez, porque esa
violencia general, anónima casi siempre en la obra de Gambaro, les permite
desarrollar su propia violencia” (Ambrosoni, 2009).
El
carro de los melones -varias veces
nombrado y nunca aparecido en escena-
esboza la metáfora de los sin cabeza del régimen Rosista y denuncia el silencio
cómplice de las clases altas que apoyan la tiranía, ídem de la situación
política durante la dictadura de 1976-1983. “(Se oye afuera el ruido de un carro y de las herraduras de los caballos
sobre las piedras. Ambos atienden. Dolores) Todas las mañanas pasa. Pero
por deferencia a mi padre, muchas veces no gritan… melones” (Gambaro:
69).
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El universo significativo de una obra, lo
sabemos, es inagotable, dado que de ningún modo puede ser comprendido o
aprehendido en su totalidad, exigiendo en cambio ardua tarea interpretativa
lecturas interminables que actualizan sucesivas potencialidades significativas
siempre renovadas y también diferentes según los tiempos y espacios en que se concretizan (Ravera, 1988: 87).
Tomando
como punto de partida el pensamiento de Ronald Barthes y desde un análisis semiótico,
surge en la obra el Spectrum que encarna
la presencia más que significativa del color rojo punzó, míticamente representa
la pasión y funciona con la doble simbología de figurar la sangre -derramada-;
nos es sólo parte del decorado del salón, sino el color del federalismo,
universo violento encarnado en la familia:
Dolores (pícara): ¡Rafael! (Rafael retrocede hasta empujar una silla) ¡Se asustó! (Se levanta) ¡Se asustó, papá! (Va hacia Rafael) ¡Pegame otra vez!
Jorobado, lacayo. ¡Servil! ¿No era esta la palabra que te ofendía? ¡Servil! (Aterrorizado, Rafael aparta a Dolores y va
hacia la puerta. Cuando la abre, está Fermín. Lo sujeta).
Rafael:
¡Déjeme! (Se debate inútilmente. El Padre
mira y ríe con su risa espasmódica. En ese momento, Dolores comprende que el
juego ha dejado de ser juego, se asusta
ella entonces y rompe a llorar angustiosamente) (Gambaro: 76).
Dolores, su Madre, Benigno, Juan Pedro,
Fermín y Rafael; forman parte de este complejo mundo de lo aparente y lo real,
de lo dicho y lo no dicho, guardado en las formas de sus vidas aristocráticas y
funcionales respecto al poder de turno (Ambrosoni).
La estética subvierte a la historia, o mejor
dicho la mejora en tanto es el rastreo de lo formal en el pasado y en función
del presente (…) Es la historia como estética del pasado y ésta como drenaje de
la plenitud vivida en el pasado como mito y que se hace necesario en un
presente sin finalidad como el nuestro (Kusch, 2000).
El
estudio científico historicista –cuyo
origen mítico radica en la necesidad de la memoria- es eje fundamental en una interpretación
crítica que reflexiona con el pasado, fuente de conocimiento y experiencia,
herramienta de comprensión y de dialogo.
Siguiendo
a Barthes el Punctum en la figura del
Padre se encarna en la cara del poder, patriarca déspota, personaje que hace y dice sin ética reflejo del odio
al otro, violento siempre a punto de estallar, exceptuando el trato deferente
hacia Juan Pedro con quién pretende hacer negocios, la relación con su familia
y empleados se observa abusiva, por ejemplo, los insultos a su esposa son
frecuentes, por momentos toma su brazo dulcemente y luego se lo retuerce o le
sujeta un seno de manera brusca o simplemente la golpea.
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En
la primera escena varias veces Benigno (el Padre) hace referencia mirando por
la ventana al otro, encarnado en este
caso en los candidatos al puesto laboral:
Padre: (se
acerca a la ventana, aparta la cortina y mira): Llueve. Y no se van. Ni se
guarecen bajo el alero. Disciplinados y en fila. Saben hacer buena letra. Saben
que todo camino empieza con buena letra. (Se vuelve a Rafael) Pero yo ya elegí.
A usted (Gambaro: 63).
Benigno
mira el afuera desde un lugar de altura y menosprecio, el patio está abajo y
los de abajo también lo son en lo que
respecta a la posición social, se regodea de su autoridad y el abuso que de
ella hace al no darles aviso que el puesto ya no está bacante, un olvido intencional
por parte de él, vuelve su atención otra vez hacia ellos al final de la primera
escena:
Padre (se
asoma por la ventana): Llueve. Dicen que en estos tiempos nadie es capaz de
obstinarse en nada. (Ríe) ¡Pero esos
de ahí abajo! ¡Qué buena madera! La necesidad es la mejor obstinación… Esperan
y no se convencen ¡de que ya están sonados! (Gambaro: 66).
Fermín
-el mayordomo- es el brazo ejecutor de las órdenes de su amo Benigno, obedece
sin chistar y presto a todo disfruta con cierta perversidad el cumplimiento de
los pedidos más repugnantes, en dialogo con Dolores ratifica su voluntad y se
enorgullece de estar al servicio de su padre: “¡Sí que soy su mano derecha!”
(Gambaro: 108).
No
sólo es complaciente, sino que se regocija infligiendo violencia sobre el otro/opositor, su semejanza con el
perfil de algunos de los torturadores de la dictadura militar no pueden pasar
desapercibidos:
Fermín
(Pone el melón sobre la mesa, entre libros): Lo dejo acá. Se lo
pueden comer. (Vengativo) ¡Le voy a
decir al señor que no se divirtieron! La señorita cree que a los salvajes,
inmundos, asquerosos, no se les debe cortar la cabeza. Es demasiado buena (71) Fermín: A mí me gustan las cosas
muertas, ¿a usted no?... No se mueven. No rezongan (Gambaro: 96).
La
conducta de este peculiar mayordomo deja
observar un encono especial contra los de su propia clase social, rivaliza
desde el principio con Rafael -el profesor de Dolores-, goza del dominio y la violencia física que ejerce sobre éste -suceso
propiciado y consentido por su patrón-:
Fermín: Hay
compañías que no cuentan (Mira a Rafael
con una superioridad burlona. Sonríe) (78) (Ya en la puerta, como por casualidad, pero sugestivamente, pone ambas
manos sobre el ancho cinturón. A Rafael) ¿No le molesta, no? (82) ¡Se la
dejé marcada, la joroba! (Ríe, sale)
(98) Fermín carga el cuerpo sin vida de
Rafael… (Con un gesto de excusa)
Yo le hubiera pegado nada más. (Se le
escapa la risa) ¡En la joroba!” (Gambaro: 108).
Dolores,
hija de Benigno, se enamora de Rafael lo que deviene en la transformación de su
universo, hecho que sobreviene gradualmente en la historia de amor acontecida
en la obra (Gambaro, 10/09/2014: min 23:20 a 24:07).
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La
joven reprocha el silencio que guarda su madre respecto al clima de violencia
que se vive en su hogar, en la tercera escena dice: “Dolores (burlona): Sabia. Lástima que esa sabiduría nunca la usas
con vos. Te golpean de muchas maneras, pero ninguna te irrita bastante (76) ¡Nadie
me pondrá la mano encima, te dije! ¡No me parezco a vos!” (Gambaro: 77).
Mientras
dialoga con su madre desnuda el carácter sórdido de las relaciones de su clase
social, respecto de su compromiso con Juan Pedro, en la séptima y octava escena:
Papá tenía unos campos para vender, Juan
Pedro unos campos para comprar… Papá aprueba y Juan Pedro aplaude. Y los dos
dicen que los inmundos, salvajes, asquerosos, deben morir. Y esto abarca mucho.
¿Quién no es salvaje? ¿Quién no es asqueroso? ¿Quién no es inmundo? Sólo el
poder otorga una pureza que nada toca (99) Es lo que pasa, mamá. Cuando se
decide por los otros, es lo que pasa, se escapa todo de las manos y el castigo
no pertenece a nadie. Entonces, uno finge que no pasó nada. E ignora su propia
fealdad (Gambaro: 108).
Luego
de la fallida fuga y la muerte de Rafael, su idiosincrasia se ve templada por
el oscuro designio de su destino, hecho que la revela definitivamente contra el
poder autoritario, a su padre:
(Ríe)
¿Qué? ¿Cómo no te das cuenta, papito? Tan sabio. (Furiosa) ¡Ya nadie ordena nada! (Con una voz áspera y gutural) ¡En mí y conmigo, nadie ordena nada!
¡Ya no hay ningún más allá para tener miedo! ¡Ya no tengo miedo! ¡Soy libre!
(Gambaro: 108).
La importancia del arte como
herramienta de comprensión del pasado.
“El
verdadero tiempo histórico esta enredado en mi vida” (Kush, 1976: 45).
Las
artes en teatro generan conocimiento el cual emana -entre otros- del análisis
crítico, permiten situar a los personajes de la historia desde un lugar de
proximidad con el público brindando una herramienta de comprensión y
aprendizaje.
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La Malasangre no
es sólo una historia de amor, esa es la excusa que utiliza Gambaro para
sumergir al espectador en el mundo de la política, de la ética, de la familia,
etc.
Partiendo
de reconocer que las artes en teatro brindan la posibilidad de aprendizaje, la
interpretación propuesta intenta resaltar los aspectos de cada personaje de la
obra, dilucidando el porqué de su accionar y analizando sus conductas
arquetípicas de poder, circunstancia que al ser acercada por el teatro habilita
el diálogo interno del público con su propia historia.
La Malasangre obliga
a repensar la reciente dictadura a través de la revelación de otros períodos de
la historia Argentina que funcionan como metáforas. “Ojalá podamos ser capaces
de seguir caminando los caminos del viento, a pesar de las caídas, las
traiciones y las derrotas, porque la historia continúa, más allá de nosotros, y
cuando ella dice adiós, está diciendo: hasta luego” (Galeano, 2010).
La
autora desliza un mensaje clave en las últimas palabras que pronuncia Rafael, especie
de augurio de presente y porvenir: “Si no debemos de olvidarlo, Dolores. Aunque
seamos felices, no debemos olvidar que pasa el carro. Yo también: no sólo te
elijo a vos, elijo cabezas sobre los hombros” (Gambaro: 104). Una vez más
aparece presente/ausente la figura del carro, metáfora de los tristemente
célebres Ford Falcon de la represión de
los años 70’ en Argentina que costó la vida de miles de desaparecidos, en su
mayoría jóvenes de entre 18 y 30 años (Conadep. Nunca más: 21/08/2014).
La confluencia entre la función emancipatoria
sensible y la de transmisión simbólica de valores nos lleva a una nueva
función, desempeñada también por el arte: a su papel en la constitución de
esferas de sentido de la vida humana, a su inserción en el proceso social de
formación del hombre. La integración de lo sensible con lo valorativo, al
encarnarse en los símbolos estéticos, desencadena un proceso social de
conocimiento a través del arte. Conocimiento que es, ante todo,
, imagen humana, signo estético de la distancia que media
entre lo que somos y lo que podríamos llegar a ser (…) El proceso histórico de
formación social del hombre encuentra uno de sus más sólidos soportes
precisamente en la dinámica ficcional y no pragmática del arte, en su fuerza
simbólica de integración de las imágenes del hombre estética –y por ello mismo
socialmente- posibles (Jiménez: 223-224).
En
este sentido, la obra se erige en un momento histórico de Argentina donde la
vida del otro carece de significado al
ser etiquetado como opositor, análogo
de las dictaduras contemporáneas.
¿De
qué sirve que las artes propongan reflexionar sobre el pasado?
Mana
como respuesta la necesidad de ejercer la capacidad de la Memoria, encargada de
ayudar a transitar el presente; construyendo un futuro.
Si bien desconfío de las utopías políticas positivas
me parecen enormemente interesantes las que he llamado
utopías negativas. Dicho de otro modo, ignoro cuál es el mejor de los mundos,
pero sí sé cuál es el peor. Por eso es necesaria la memoria (…) Vamos hacia
adelante pero tenemos que volver la cabeza y mirar hacia atrás, como diría
Walter Benjamin en su Tesis sobre filosofía de la historia (Melich Sangra, N°
13: 29).
Gambaro
instala en Dolores la mirada de mujer transformada (Gambaro, 5/09/2014: min
1.55), lo dicho al padre, la madre y
Fermín, aparece cómo un desahogo de lo no
dicho, aún, a los dictadores contemporáneos argentinos:
Dolores: (Mira a los tres, masculla con un odio
contenido y feroz) ¡Canallas! ¡Canallas! ¡Que el odio los consuma! ¡Que la
memoria no los deje vivir en paz! ¡A vos, con tu poder, y a vos, mano verduga,
y a vos, hipócrita y pusilánime! (Gambaro: 109).
Notas.
1
La malasangre es una obra dramática
en ocho escenas, escrita por Griselda Gambaro, estrenada en Buenos Aires en el
teatro Olimpia el 17 de agosto del año 1982.
2 El reconocimiento de que toda cultura está situada (lo sepa o no, lo proclame o lo
oculte) y que sólo desde la asunción madura de esa situacionalidad es posible proyectarse más allá de sí misma y
realizar la experiencia de lo Otro, de lo planetario, de lo “universal”… por
eso es necesario distinguir (…) lo universalmente situado (…) Este sentido
de cultura nacional (…) enlaza firmemente a un pueblo con su pasado, con su
tradición y, paradójicamente, lo libera de su particularismo, lo inserta en ese
ámbito donde es posible el dialogo con otros pueblos, con las otras culturas
(Casalla, 1998: 91-92-93).
3 Véase disponible el 21/03/2016 en: http://www.desaparecidos.org/arg/conadep/
http://www.desaparecidos.org/arg/conadep/nuncamas/nuncamas.html
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